El Siglo XIX está matizado por el
advenimiento de múltiples descubrimientos en el campo de la física,
específicamente, en lo referido al color y la luz. Entre los hallazgos se
destacaron los descubrimientos de Eugène Chevreul y Charles Blanc, revelaciones
que tuvieron particular interés para los artistas neoimpresionistas. El interés
de Chevreul partió de su trabajo como director de una fábrica de tapices, al
tener que enfrentarse a la tarea de mezclar tintes y de combinar colores. Con
frecuencia Chevreul se encontraba con la dificultad de no conseguir el efecto
de color deseado, no por culpa de los pigmentos, sino de la influencia de los
colores adyacentes.
Este hecho lo condujo a investigar
de manera pseudo-científica, cómo la apariencia de unos colores estaba influida
por los colores adyacentes; culminando su investigación con la publicación en
1839, de su obra “De la ley del contraste simultáneo de los colores”.
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